En esta sociedad en la cual estamos viviendo, hay infinidad de niños que están padeciendo esta amarga circunstancia de ser llamados…
“LOS HIJOS DEL DIVORCIO O LA SEPARACIÓN”.
Ellos son los únicos perjudicados, los que sufren silenciosamente los errores de una relación en la que fueron el producto de mejores tiempos o la consecuencia de algún momento donde la vehemencia de una pasión pasajera, los hizo partícipes involuntarios, de una vida gris y un futuro turbulento, arbitrario.
Experimentando crecer en un hogar perjudicial, donde la familia no es el núcleo central de su aprendizaje, sino muy por el contrario, respiran un aire de continua discordia, siendo los espectadores de malos ejemplos, que irán asimilando y absorbiendo en todo momento. Cuando la realidad es que tendrían que estar recibiendo las enseñanzas básicas, valores determinantes, para ir desenvolviéndose adecuadamente en su existencia.
No estar viviendo en medio de disputas, falta de razonamiento, peleas de parte de sus progenitores, quedando a la deriva en ese mar embravecido que los arrastrará inexorablemente hacia un rumbo incierto.
Hay muchos motivos que conducen a las parejas a la ruptura, pero también hay un causa fundamental que los priva a ellos de la cordura de pensar en el daño psicológico que le están ocasionando, a seres inocentes tras cada discusión o hecho de violencia.
Además, se ven tironeados como si fueran un objeto sin valor, y
no tienen en cuenta que son seres humanos que necesitan amor, cuidados, comprensión, por eso digo que son las únicas victimas de esa locura, que su inocencia debe ser el factor principal haciendo que esos padres tomen conciencia de lo mal que están obrando, a pesar de sus problemas de pareja, tienen que ser concientes de su irresponsabilidad, ubicando a sus hijos en el ojo de la tormenta, haciendo que el espíritu de esos pequeños sea vapuleado, cargando una pesada y sombría herencia de desamor, que lamentablemente con el correr del tiempo, pueden ser protagonistas del mismo escenario, desarrollando un comportamiento semejante, que paulatinamente crecerá como una bola de nieve que comenzará cada vez con más intensidad provocando mucha destrucción a su paso; es posible que cuando crezcan y tengan que formar su propio hogar, serán hombres que estarán marcados interiormente con un aciago pasado que los llevará a fracasar también a ellos en sus relaciones.
Por ello, exhorto a Nuestro Creador, que resguarde a estos niños con su gran poder y que los guíe por el camino de la vida con su bendita protección, para que este hecho de haber sido “HIJOS DEL DIVORCIO O LA SEPARACIÓN”, les sea lo menos conflictivo posible.
ADOLFO FREITAS
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