Desde que tengo uso de razón, sé que una estrella iluminó mi corazón, aunque no pueda igualarlo a Dios, a seguir sus leyes siempre me enseñó.
Blasfemar sería, si al Altísimo lo comparase, mas su grandeza y honestidad siempre traté de imitar… desde muy temprana edad.
Aunque debido a mi rebelde y caprichosa personalidad, muchas veces ofendí su intachable sensibilidad.
Sabía que no me resultaba fácil tratar de disculparme, pedirle perdón, tener que reconocer mi error… ¡Yo siempre creía tener la razón! Terca y obstinada, no deseaba ni quería escuchar…
“Yo era tan sabia… tan experimentada”
Claro está, que presentía muy bien cuando llegaba al límite de su paciencia, dado que con sólo mirarlo, no era necesario hablar.
Mas ahora siendo madura, y con varios años encima, puedo discernir que no existe ser más querido y apreciado como tu, quien no sólo guió mi camino, sino que fue mi mejor amigo y consejero que pude tener, por su entendimiento, calidez e intelecto.
¿Cómo poder agradecerte lo que soy? ¡Cómo poder explicarte que aunque sabias que tenias razón, no lo diría!
¡Si hubiere tenido la experiencia que tengo hoy, quizás… quizás no habría pasado por tantas espinas! Pero estoy segura que esas espinas que tantas heridas me causaron, forman parte de la vida misma, difíciles de evadir.
Por todos estos motivos y muchos más, hoy decidí escribirte desde lo más profundo de mi ser.
¡Para decirte cuánto te quiero, cuánto te necesito todavía, a pesar de haber pasado tanto, tanto tiempo!
¡Cómo desearía que te quedaras siempre conmigo! No sólo este día, también los trescientos sesenta y cinco que siguen y incontables décadas más…
no obstante tengo bien sabido que los años corren sin detenerse, sin tener piedad, aun así no podría soportar tu partida, ni ahora ni nunca.
A quien podría llamar… ¡Mi papá querido!
¿Quién me consentiría tanto cómo tú lo hacías?
¡Añoro tanto mis días de niñez, de infantil travesía! Doy gracias a Dios por la bendición de tenerte.
Ahora me corresponde a mí, cuidarte, protegerte y ayudarte a recorrer ese mismo camino, que un día empezamos juntos, cuando tu mano me sostenía y me guiaba.
¡Sé que en algún momento, tendré… tendré que seguir sola, mas siempre seguiré tus recordatorios, tu ejemplo, tus dulces sermones que eran para mi bienestar, por más que tuve que sufrir lo sufrido, y llorar lo llorado, cada vez que recurría a tu lado, siempre encontraba tu mano que me fortalecía y me daba paz para mi interior!
¡Oh Padre mío cuánto te quiero, cuánto te estimo, y ahora puedo comprender…cuánto y cómo te respeto. Papá no es solo un día, son todos los dias del año y de siempre...
DORA SILVANA BULBO
Blasfemar sería, si al Altísimo lo comparase, mas su grandeza y honestidad siempre traté de imitar… desde muy temprana edad.
Aunque debido a mi rebelde y caprichosa personalidad, muchas veces ofendí su intachable sensibilidad.
Sabía que no me resultaba fácil tratar de disculparme, pedirle perdón, tener que reconocer mi error… ¡Yo siempre creía tener la razón! Terca y obstinada, no deseaba ni quería escuchar…
“Yo era tan sabia… tan experimentada”
Claro está, que presentía muy bien cuando llegaba al límite de su paciencia, dado que con sólo mirarlo, no era necesario hablar.
Mas ahora siendo madura, y con varios años encima, puedo discernir que no existe ser más querido y apreciado como tu, quien no sólo guió mi camino, sino que fue mi mejor amigo y consejero que pude tener, por su entendimiento, calidez e intelecto.
¿Cómo poder agradecerte lo que soy? ¡Cómo poder explicarte que aunque sabias que tenias razón, no lo diría!
¡Si hubiere tenido la experiencia que tengo hoy, quizás… quizás no habría pasado por tantas espinas! Pero estoy segura que esas espinas que tantas heridas me causaron, forman parte de la vida misma, difíciles de evadir.
Por todos estos motivos y muchos más, hoy decidí escribirte desde lo más profundo de mi ser.
¡Para decirte cuánto te quiero, cuánto te necesito todavía, a pesar de haber pasado tanto, tanto tiempo!
¡Cómo desearía que te quedaras siempre conmigo! No sólo este día, también los trescientos sesenta y cinco que siguen y incontables décadas más…
no obstante tengo bien sabido que los años corren sin detenerse, sin tener piedad, aun así no podría soportar tu partida, ni ahora ni nunca.
A quien podría llamar… ¡Mi papá querido!
¿Quién me consentiría tanto cómo tú lo hacías?
¡Añoro tanto mis días de niñez, de infantil travesía! Doy gracias a Dios por la bendición de tenerte.
Ahora me corresponde a mí, cuidarte, protegerte y ayudarte a recorrer ese mismo camino, que un día empezamos juntos, cuando tu mano me sostenía y me guiaba.
¡Sé que en algún momento, tendré… tendré que seguir sola, mas siempre seguiré tus recordatorios, tu ejemplo, tus dulces sermones que eran para mi bienestar, por más que tuve que sufrir lo sufrido, y llorar lo llorado, cada vez que recurría a tu lado, siempre encontraba tu mano que me fortalecía y me daba paz para mi interior!
¡Oh Padre mío cuánto te quiero, cuánto te estimo, y ahora puedo comprender…cuánto y cómo te respeto. Papá no es solo un día, son todos los dias del año y de siempre...
DORA SILVANA BULBO