Hijo de moro naciste
pero en tierra de Sevilla
creciste en un bodegón
roseado con manzanilla.
A la luna le pediste
que fuera tu compañera
de ronda con amigotes
por angostas callejuelas.
Y del juego fuiste el rey
con los naipes y los dados
y morenas que te daban
con placeres los cuidados.
A los toros no faltabas
y jugabas las pesetas
y así la vida pasabas
entre bebidas y apuestas.
Una noche muy oscura
sin la luna de testigo
salio a tu paso una daga
para cortarte el camino.
Se hizo leyenda tu andar
y entre coplas fue contada
la vida que a los morales
les pareció disipada.
Nunca sabrán quien salio
a cortar aquella noche
tu paso con gran sigilo
y sin hacerte reproches.
Al chaval de los corrales
le cargaron otra muerte.
¡Fui yo, la Carmen del Monte!
la que sellara tu suerte.
Me cobré por mil embustes
joven madre abandonada
y me fui de aquel lugar
con una daga manchada.
pero en tierra de Sevilla
creciste en un bodegón
roseado con manzanilla.
A la luna le pediste
que fuera tu compañera
de ronda con amigotes
por angostas callejuelas.
Y del juego fuiste el rey
con los naipes y los dados
y morenas que te daban
con placeres los cuidados.
A los toros no faltabas
y jugabas las pesetas
y así la vida pasabas
entre bebidas y apuestas.
Una noche muy oscura
sin la luna de testigo
salio a tu paso una daga
para cortarte el camino.
Se hizo leyenda tu andar
y entre coplas fue contada
la vida que a los morales
les pareció disipada.
Nunca sabrán quien salio
a cortar aquella noche
tu paso con gran sigilo
y sin hacerte reproches.
Al chaval de los corrales
le cargaron otra muerte.
¡Fui yo, la Carmen del Monte!
la que sellara tu suerte.
Me cobré por mil embustes
joven madre abandonada
y me fui de aquel lugar
con una daga manchada.
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