¡Ay! Que diera, que diera por no perderte,
que no digan , no digan, que estoy penando,
en infierno convertiste mi noble suerte,
y es lava mi llanto que va brotando.
¡Ay! Que pienso y repienso, si esto es la muerte,
tal vez la muerte lenta, que es un calvario,
acompañada sólo por las guitarras,
rezando en sus acordes un novenario.
Dejaste en mis manos; rosas y espinas,
y sus perfumes y el tuyo me fue embriagado,
no me condenes al mal de ausencia,
que de a poco a poquito me está acabando.
No encontraras ni resto de lo que he sido,
ni sombra siquiera de mi persona,
en polvo de camino me he convertido,
con eso tienes bastante y ya es de sobra.
No ha de ser la luna mi mensajera
ni una estrella fugaz, que esté cruzando,
han de ser miles de inviernos, sin primaveras,
lo que hasta ti mi nombre te estén llevando.
Cuando una cascada, muy cristalina
con su murmullo lento, te esté arrullando
recordarás que te fuiste tras la colina
dejándome en el valle, sola, esperando.
Regresa que mis brazos se hallan heridos,
por no tener tu cuerpo para rodearlo,
y mis labios yertos quedaron fríos,
esperando unos besos y así entibiarlos.
¡Ay! Que diera por no perderte,
y ver en el horizonte que estás llegando,
pero se desvanecen mis ilusiones,
y sólo la locura me esta ganado.
¡Ay! Que diera, que diera por no perderte…
¡Ve! Copla de la pena… Ve, a buscarlo.
que no digan , no digan, que estoy penando,
en infierno convertiste mi noble suerte,
y es lava mi llanto que va brotando.
¡Ay! Que pienso y repienso, si esto es la muerte,
tal vez la muerte lenta, que es un calvario,
acompañada sólo por las guitarras,
rezando en sus acordes un novenario.
Dejaste en mis manos; rosas y espinas,
y sus perfumes y el tuyo me fue embriagado,
no me condenes al mal de ausencia,
que de a poco a poquito me está acabando.
No encontraras ni resto de lo que he sido,
ni sombra siquiera de mi persona,
en polvo de camino me he convertido,
con eso tienes bastante y ya es de sobra.
No ha de ser la luna mi mensajera
ni una estrella fugaz, que esté cruzando,
han de ser miles de inviernos, sin primaveras,
lo que hasta ti mi nombre te estén llevando.
Cuando una cascada, muy cristalina
con su murmullo lento, te esté arrullando
recordarás que te fuiste tras la colina
dejándome en el valle, sola, esperando.
Regresa que mis brazos se hallan heridos,
por no tener tu cuerpo para rodearlo,
y mis labios yertos quedaron fríos,
esperando unos besos y así entibiarlos.
¡Ay! Que diera por no perderte,
y ver en el horizonte que estás llegando,
pero se desvanecen mis ilusiones,
y sólo la locura me esta ganado.
¡Ay! Que diera, que diera por no perderte…
¡Ve! Copla de la pena… Ve, a buscarlo.
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